La llegada del hijo, además de la lógica alegría y felicidad familiar, despierta instintos maternales y paternales hasta ese momento no vivenciados. Escuchando a los progenitores más allá de las palabras, percibimos en ocasiones preocupación, algo de sufrimiento y hasta cierto sentimiento de culpabilidad no verbalizado, el cual, suele generarse al no saber cómo actuar en una situación tan nueva para ellos.
Desde la medicina osteopática, es importante no ver al bebé y al niño, como un adulto en miniatura. Para nosotros, se hace necesario entender a dicha “personita” en sus correctas proporciones anatómicas, fisiológicas y ambientales y relacionar todo ello a su “momento de la vida” presente.
Un mes, en un bebé de 8 semanas representa más del 50% de su vida extra-uterina y casi el 10% de su vida desde que fue concebido. Ese periodo de la vida: desde la concepción hasta el primer año de vida extra-uterina, sabemos que será vital para su desarrollo posterior. Son numerosos los estudios científicos que así lo demuestran y por tanto, es necesario poner especial atención a dichas etapas.
El neonato es especialmente vulnerable al stress, y de hecho, ya dentro de la madre reacciona a las alteraciones hormonales generadas por el mismo. Hoy sabemos que niveles de cortisol (hormona del stress) elevados durante el embarazo, tienen un efecto negativo sobre el crecimiento del feto, al igual que sucede con el uso de determinados medicamentos, o con el consumo de tabaco o alcohol durante la gestación.
En madres primerizas, la cabeza del feto puede estar alojada en el canal pélvico durante días o semanas. En el parto, dicha cabeza desciende con una flexión cervical y finalmente gira y realiza una gran extensión del cuello para salir y abrir camino al resto del cuerpo. Por tanto, es un elemento que va a tener que cambiar su forma para acomodarse a fuerzas considerables. Resulta entonces de gran importancia el primer llanto del bebé, ya que al parecer, más allá de representar el inicio de la respiración pulmonar, parece ser que el mismo tiene una influencia correctora en las tensiones internas que se han creado durante el nacimiento.
En partos complicados, se posible encontrar restricciones palpables a nivel de las suturas craneales y de las uniones membranosas intracraneales. Ambas pueden llegar a condicionar la calidad de vida del bebé y además pueden evolucionar provocando problemas de columna, cólico del lactante, tortícolis, migrañas, déficit de atención, insomnio, entre otros.
Es frecuente escuchar frases como “mi hijo es muy inquieto, muy nervioso”, “a mi hijo no le gusta comer”, “mi hijo duerme poco” o “llora mucho”. En estas situaciones, -cuando vemos que la fisiología natural del niño puede estar alterada- la observación, la escucha y la atención al bebé en todos sus aspectos, pasa a ser de gran importancia. Todo ello debe hacerse de una forma integral, teniéndose siempre en cuenta los puntos de vista físicos, mentales, emocionales, nutricionales, sociales y familiares.
En la 1ª visita al osteópata (recomendada antes de las 4 semanas post-parto), se recoge toda la información necesaria sobre la sintomatología del bebé o el niño y se realiza la historia médica pasada tanto del niño como de la madre durante el embarazo. El desarrollo de dicho embarazo, el estado de salud físico y emocional de la madre y el momento del parto, son como ya hemos dicho, muy importantes para el bebé.
Se realiza a posteriori una exploración física para determinar las posibles zonas de restricción de movimiento que puedan ser la causa del problema y que debamos tratar. Todo ello en función del momento evolutivo del niño.
Es necesario remarcar que los tratamientos perinatales y pediátricos se realizan mediante técnicas muy suaves y seguras. También, que el trabajo del osteópata se integra dentro del equipo de salud (médicos, pediatras, comadronas, psicomotricistas, fisioterapeutas, logopedas, etc.) que busca el bienestar del recién nacido.
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