Desde sus inicios, el tratamiento osteopático se ha centrado en mejorar la movilidad global y local del sistema músculo-esquelético. La columna vertebral ha resultado ser un objetivo prioritario dada la importancia de la misma, no sólo en relación al aporte neuro-vascular de la cabeza, del tronco y de las extremidades, sino también por su efecto en toda la respuesta postural global.
En la actualidad, la ciencia ha demostrado la importancia de este hecho, y ha relacionado la aparición de dolores a nivel de la columna (lumbo-pélvicos, dorsales o cervicales), no sólo con la presencia de disfunciones a nivel vertebral y/o articular, sino también como mecanismo reflejo de la disfunción a nivel visceral, vascular u orgánico. Por tanto, y a modo de ejemplo, no sólo una contractura produce dolor en la espalda, sino que una disfunción articular también lo puede producir, al igual que lo ocasionan determinadas alteraciones del sistema digestivo, del sistema cardio-respiratorio o del sistema genito-urinario. Ello implica que el dolor a nivel de la columna deba ser de entrada correctamente diagnosticado, lo que facilitará su tratamiento posterior.
Es frecuente escuchar, que el dolor de espalda es el precio que los humanos pagamos por “estar de pie” y tal vez haya algo de cierto en dicha información. De hecho, más del 80% de las personas han sufrido episodios de dolor lumbar en alguna ocasión y casi un tercio de los mayores de 30 años presentan hernias discales, las cuales, afortunadamente en la mayor parte de los casos son asintomáticas.
Por tanto, no debería extrañarnos tener dolor en la columna, pero en cambio, si deberíamos poner los medios para evitarlo y/o remediarlo. Para ello, será seguramente de ayuda saber porqué aparece dicho dolor. También parece adecuado seguir una pauta de actividad física controlada (yoga, tai-chi o pilates) acompañado de una correcta higiene postural. Sea como sea, y dado que resultaría muy largo explicar todos y cada uno de los posibles orígenes del dolor, nos limitaremos a relatar los más frecuentes:
Cervicalgia o dolor cervical
Es necesario remarcar que una de las funciones principales de las cervicales, es orientar la cabeza para poder colocar los ojos en un plano de equilibrio horizontal y antero-posterior. Ello implica que los músculos del cuello y la nuca trabajen de manera constante para compensar los posibles desequilibrios que provengan del resto del cuerpo (escoliosis, dismetría de extremidades, malas posturas, tensiones, etc), y también para adaptarse al denominado Reflejo Oculo-Cefalo-Giro, el cual, pone en relación el ojo con la posición de la cabeza. Es por tanto, una zona de constante tensión que además es especialmente vulnerable en el caso de traumatismos directos o accidentes de tránsito (latigazo cervical, etc).
Encontramos también en la región cervical la salida de los nervios y vasos que se dirigen a las extremidades superiores, así como la presencia de los músculos accesorios de la respiración. Esto último resulta importante, ya que en el caso de patrones respiratorios incorrectos (por stress o ansiedad, por ejemplo), la tensión de dichos músculos accesorios puede verse aumentada y ello dificulta entre otras cosas la propia movilidad cervical (torticolis, etc) así como la inervación y/o vascularización de las extremidades (Sdme. del desfiladero torácico).
Lumbalgia
Dada la complejidad y los numerosos factores que intervienen en la zona lumbo-pélvica, resulta difícil diagnosticar de entrada los elementos que la provoca dicho síntoma. Hay que destacar de entrada, que las vértebras lumbares se encuentran en la parte baja de la columna, por lo cual y a pesar de su mayor tamaño, reciben una carga de peso superior a la recibida por las vértebras cervicales o torácicas. Resulta por tanto fácil pensar, que el peso soportado en este nivel tendrá incidencia en la correcta función lumbar y en la posible aparición de dolor.
A modo de resumen, en el origen de la lumbalgia, podríamos encontrar factores extrínsecos de tipo mecánico (lesiones músculo-esqueléticas en los pies, rodillas, caderas, pelvis, malas posturas, sobrepeso, etc.) que alteren la función lumbar: También encontraremos factores extrínsecos de tipo visceral (problemas renales, ginecológicos, aneurisma, etc.) que provoquen congestión y dolor irradiado. Finalmente encontramos factores de tipo intrínseco como las propias alteraciones del disco o de las carillas articulares, artrosis, atrapamientos nerviosos, espasmos musculares, tensiones ligamentosas o excepcionalmente tumoraciones.
El tratamiento debe en todo caso depender del motivo del dolor y por tanto, deberíamos huir de protocolos previamente estandarizados. Cada paciente requiere un diagnóstico específico y un tratamiento personalizado y ello implica no sólo una anamnesis -preguntas para realizar la historia clínica del paciente- en profundidad, sino también todos los test y pruebas de evaluación médica necesarios para el mismo.
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